Recordamos la historia de Rock al Parque que se ha convertido en uno de los más importantes a nivel iberoamericano.
Ser joven en la década de los 90 en Bogotá era una mezcla infinita de sentimientos, pululaba el no pertenecer a una sociedad conservadora y el ideal de luchar por un mundo mejor. En un país lleno de guerra y corrupción, las autoridades y el Gobierno veían a los jóvenes como una amenaza y sus peticiones usualmente quedaban en segundo plano.
En aquel entonces la ciudad tenía aproximadamente 5 millones de habitantesy no había políticas culturales enfocadas a los jóvenes y la guerra, el narcotráfico y el terrorismo acechaban a muchos de ellos, quienes en su rebeldía salían a las calles y armaban “parches” para escuchar música. Gracias a los sonidos estridentes y potentes letras lograban identificarse con los ecos que llegaban a sus oídos.
También se estaba gestando un importante movimiento de rock y si bien bandas como Los Flippers o Los Speakers ya habían sembrado una importante semilla en la década de los 60, era el momento para que bandas como Aterciopelados, 1280 Almas, La Pestilencia o La Derecha pudieran alzar la voz para mostrar a través de su música aquello que acongojaba a la sociedad, principalmente a los jóvenes.
Había mucho estigma sobre este género, para algunos era sinónimo de violencia, pero en realidad se trataba de irreverencia, de esa rebeldía que hacía palpitar corazones y que lograba conectar. Así que desde el Instituto Distrital de Cultura y Turismo se empezó a indagar sobre el gusto de esa nueva generación y se crearon espacios -que si hoy en día no hay suficientes, en ese entonces mucho menos-, en los que se pudieran sentir identificados a través de la música.
Se hicieron conciertos gratuitos en lugares como el Planetario y tras ver la gran afluencia de estos eventos se realizó Música Joven en SantaFé de Bogotá, un festival donde los jóvenes mostraban su talento y convocar al público que deseaba verlos; aunque estaba abierto a todos los espectros musicales, fue el rock el que lideró tanto las propuestas como la respuesta por parte de los asistentes.
Fue así como en 1993 se hizo una segunda edición del festival Música Joven en SantaFé de Bogotá y se divisaron las primeras luces de lo que años más tarde se conocería como Rock al Parque.
La Constitución de 1991 incluye el arte y la cultura como un derecho fundamental, por eso, desde el Instituto Distrital de Cultura y Turismo se nombraron coordinaciones de todas las disciplinas artísticas con el fin de fomentarlas, es entonces cuando Mario Duarte, líder y vocalista de La Derecha y Julio Correal, quien era manager de Aterciopelados en ese momento, solicitaron apoyo para hacer conciertos de rock en Bogotá; aunque no había escenarios, empresas de logística o de tarimas, Bertha Quintero, subdirectora de fomento de la entidad, decidió apoyarlos en este proceso.
El evento propuesto por Correal, Duarte y Quintero tenía tres objetivos: divulgar el género, abrir espacio a los nuevos grupos y crear un nuevo público; con esto se redactó una propuesta que fue presentada tanto al Instituto Distrital de Cultura y Turismo como a la Alcaldía Mayor de Bogotá y una vez fue aprobada le asignaron un recurso económico que fue clave.
Entre los recursos que carecían estaba la logística, pero había un grupo de jóvenes de entre 12 y 18 años aproximadamente que iba a todos los conciertos que hacía la entidad, la mayoría carecía de trabajo y estudio así que se ofrecieron a hacer parte de la organización del evento cargando instrumentos, orientando a los músicos, al público, entre otros detalles que se necesitaban. Se hicieron llamar Fuerza de Pazpara demostrar la importancia de la cultura y el arte en un país tan golpeado por la guerra como el nuestro.
Debido a las características del festival y como muchos de estos conciertos gratuitos se hacían en los parques fue que se le dio el nombre de Rock al Parque, cuya primera edición se llevó a cabo entre el 26 y el 29 de mayo en el Estadio Olaya Herrera, la Media Torta, el Parque Simón Bolívar y la Plaza de Toros La Santa María. Más de 80 mil personas asistieron al evento que convocó a más de 120 agrupaciones de todos los barrios de la capital, 43 bandas nacionales entre las que se destacan Aterciopelados, Morfonia, 1280 Almas, Catedral y La Derecha, además de la participación de Fobia de México y Seguridad Social de España.
Desde su primera edición Rock al parque se convirtió en un escenario de convivencia que convocó miles de personas que encontraron en la música un refugio de conexión o desconexión, que a través de gritos, sonidos estridentes y potentes baterías le dieron y le siguen dando a la ciudad una identidad, no en vano es el festival gratuito y al aire libre más grande de Iberoamérica. Hoy, después de 25 años, se sigue haciendo con recursos públicos, porque es un evento del público, de aquellos que encontraron este escenario un lugar digno para expresarse.
Después de más de dos décadas, el festival ha sorteado gobiernos de derecha y de izquierda, ha abierto su espectro a distintos géneros musicales, desde La Etnnia hasta Juanes han hecho parte del cartel, ha batido récords de asistencia al convocar más de 350 mil asistentes en su más reciente edición 2019 y lo más importante es que desde sus inicios ha sido un espacio de paz y convivencia, que ha demostrado que no importa la lluvia, el granizo o el sol, el público siempre va a estar dispuesto a vivir esta experiencia porque es su festival.
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