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Informar no puede ser una pena de muerte

En medio de bombardeos, bloqueos y censura, los periodistas que informan desde Gaza enfrentan amenazas constantes a su vida.


Foto tomada de: Getty Images
Foto tomada de: Getty Images

Gaza se ha convertido en el lugar más letal del mundo para ejercer el periodismo, en medio de un patrón de ataques, censura y hostigamiento contra la prensa. El Cost of War Project calcula un promedio de 13 periodistas asesinados al mes, con más de 230 comunicadores muertos desde el inicio de la ofensiva. Solo en 2024, el Committee to Protect Journalists (CPJ) registró que 85 fueron asesinados por Israel, lo que representó el 70 % de las muertes de reporteros a nivel mundial. En junio de 2025, CPJ y Reporteros Sin Fronteras denunciaron que al menos 179 periodistas fueron asesinados en Gaza y Líbano, la mayoría por fuego israelí, al tiempo que exigieron garantías y acceso internacional para una prensa cada vez más silenciada.


Desde hace dos años, tras un ataque sin precedentes de Hamás en territorio israelí y la posterior ofensiva militar israelí, Gaza vive una de las escaladas de violencia más intensas de su historia reciente. El bloqueo impuesto desde hace años por Israel y Egipto, sumado a los constantes bombardeos y ha provocado una crisis humanitaria sin precedentes.



Israel no solo ha bloqueado casi por completo la entrada de corresponsales extranjeros, limitando el acceso a breves y controladas visitas, sino que además ha desplegado campañas de difamación acusando sin pruebas a comunicadores palestinos (como Anas Al-Sharif)  de ser “terroristas”, una práctica que CPJ advierte como un “preámbulo a un asesinato”. A esto se suma un amplio repertorio de censura y represión: al menos 86 periodistas han sido arrestados, junto con amenazas, ciberataques, confiscación de material y asaltos en Gaza, Cisjordania y dentro del propio Israel.


Por esa razón, meses atrás más de 200 organizaciones y medios de comunicación se unieron para realizar una carta en la que piden el libre acceso de la prensa internacional a Gaza. El hecho de que tantos periodistas sean capturados, asesinados o censurados hace que la información que se difunde sea propaganda, más no información clara y precisa de los hechos. Los medios internacionales se han unido en este llamado de atención y en la petición de poder ingresar a informar desde adentro.


Carta sacada de: A donde van los desaparecidos
Carta sacada de: A donde van los desaparecidos

Zonas más mortales para informar


Los hospitales, que deberían ser refugios, se han convertido en trampas mortales. El 25 de agosto de 2025, un ataque doble contra el Nasser Hospital en Khan Younis mató a 22 personas, incluidos cinco periodistas. En el Hospital Al-Shifa, la carpa de prensa fue alcanzada por bombardeos, dejando múltiples víctimas. La Ciudad de Gaza, con alta concentración de medios, también ha sido blanco de ataques: torres de comunicación fueron destruidas y mercados como Al-Rimal se convirtieron en escenarios de muerte.


En campamentos de refugiados como Nuseirat o Beit Lahiya, reporteros locales murieron mientras cubrían el desplazamiento forzado. Y en el norte de Gaza, zonas como Jabalia permanecen prácticamente inaccesibles por bombardeos constantes y el bloqueo informativo denunciado por RSF.


Foto de: Fátima Hassouna
Foto de: Fátima Hassouna

Mujeres periodistas: doble riesgo


La siguiente información proviene del reportaje de Beatriz Lecumberri, corresponsal en Jerusalén para El País, titulado: Mujeres y reporteras en Gaza: “Los hombres no sufren la misma presión que nosotras” Me parece de suma importancia visibilizar el lado de las mujeres periodistas en Gaza, quienes además de enfrentar las bombas y la censura, cargan con desigualdades de género, presiones familiares y laborales que marcan una diferencia profunda respecto a sus colegas hombres. Por esta razón decido tomar este reportaje como base y usarlo en mi artículo periodístico, para resaltar una realidad que suele quedar invisibilizada en medio de la guerra.


Dentro de esta tragedia colectiva, las mujeres periodistas enfrentan un riesgo doble: el de las bombas y el de las desigualdades de género. Dina Rajab, reportera gazatí y madre de tres hijos, describe la angustia diaria de dejar a sus niños para ir a trabajar y preguntarse si volverá a verlos. A diferencia de muchos de sus colegas hombres, Rajab se ve obligada a rechazar coberturas que impliquen pasar la noche fuera, mientras soporta la presión de demostrar que ser mujer y madre no limita su labor.


Como ella, otras reporteras como Shoroq Shaheen o Islam Zanoun confirman que los hombres no viven la misma presión ni la misma falta de privacidad: ellas trabajan desde tiendas de campaña abarrotadas, sin acceso a baños ni condiciones mínimas, incluso durante su menstruación, y muchas veces realizan las tareas domésticas antes y después de cubrir la destrucción, los desplazamientos y la muerte.


La desigualdad también atraviesa lo laboral: salarios más bajos, menos oportunidades en medios internacionales, discriminación en procesos de selección e incluso exigencias sobre su vida personal, como estar solteras o no usar velo, exigencias que a los hombres no se les hacen. A esto se suma la invisibilidad: “¿Cuántos nombres de periodistas palestinas son conocidos fuera de aquí?”, se preguntan ellas mismas.


Según el Sindicato de Periodistas Palestinos, más de treinta mujeres reporteras han muerto desde 2023, entre ellas la fotoperiodista Fátima Hassouna. Sin embargo, su presencia ha abierto un espacio para nuevas narrativas: ellas logran acceder a testimonios de mujeres, reflejan las angustias de las familias y cuentan la guerra desde la intimidad del miedo cotidiano, aportando un ángulo que muchas veces los hombres no registran. Como resume Zanoun: “Trabajamos en las mismas condiciones que ellos, pero con menos protección, menos reconocimiento y más obstáculos”.


Puede que como mujeres se haya logrado abrir un espacio más amplio en el medio, pero eso no quiere decir que no persistan dificultades y obstáculos. No solo en el periodismo: en distintos campos laborales se considera de suma importancia que una mujer sea soltera, joven y sin hijos, cuando esas no son condiciones que reflejen el verdadero valor ni la capacidad de su trabajo.


Foto de: Fátima Hassouna
Foto de: Fátima Hassouna

En estos contextos es cuando se ve el valor real del periodismo, de cómo desde esta labor se pueden contar realidades más allá de las redes sociales. En medio de una guerra es difícil pensar en tomar un celular, grabar y subir contenido, porque hasta las señales wifi fallan. Denunciar con cámara y micrófono en mano es necesario.


Si se censura esta labor, se está censurando un derecho que todos tenemos: informar y ser informados. Porque el periodismo es vigilante del poder. Y el poder, de cualquiera de los bandos, siempre informará lo que le conviene, no lo que realmente está pasando, convirtiendo esto en propaganda. 


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