El olvido
- Sevastian Marquez
- hace 2 días
- 1 Min. de lectura

El olvido no llega a voluntad, ni con la prontitud que uno anhela. Hay memorias que se aferran como muebles antiguos en cuartos demasiado estrechos: no se pueden desechar del todo, pero sí reubicar. Moverlas apenas lo necesario para hacer espacio, para sentarse un momento y respirar. La paz no tiene el poder de borrar lo vivido, pero sí el de reorganizarlo; transforma el desorden del dolor en una forma menos asfixiante de existir. Y si en medio de ese acomodo logras abrir un rincón —por pequeño que sea— donde la serenidad tenga cabida, entonces ya has comenzado de nuevo. Porque sanar no siempre consiste en olvidar, sino en aprender a seguir caminando sin que cada paso duela igual.
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